Esta es la historia de Fernando El Alopécico.
Fernando El Alopécico, un día, se dio cuenta de que su padre era calvo, su abuelo era calvo, su bisabuelo era calvo... y se propuso que no le pasara eso a él.
Ahorró y ahorró, y cuando la genética hizo mella en él, con apenas 19 años, decidió que era el momento de hacerse un injerto de pelo en su despoblada cabeza. Fernando El Alopécico parecía una Nancy, se notaban los injertos desde el pueblo de al lado de Alpedrete de la Sierra, dónde él nació, se crió y se dejo injertar por Manolo Manostijeras, el único peluquero de toda la comarca, con una cabeza blanca, despoblada y brillante como una peladilla. Manolo Manostijeras no era ningún hacha injertando pelos en cabezas ajenas, no como lo bien que se le daba injertar en el club de la carretera de Madrid, dónde era conocido por sus pedidos multitudinarios e interespeciados.
Fernando El Alopécico tuvo que quitarse esos injertos como quién se quitan los pelos de una verruga vistosa, con las pinzas de su hermana, Amadora La Succionadora, apodo que necesitamos omitir por cuestiones legales.
Nuestro Fernando El Alopécico continuó ahorrando, él no quería pasar más frío en las escasas ideas que tenía, y decidió hacer un pedido desde el locutorio de Alpedrete de la Sierra, negocio tapadera de Jacinto Bocachancla, quién no podía abrir la boca sin que subiera el pan que tanto se esforzaba por amasar Pancracio El Aterrizajes, el panadero del lugar. Adiós cortinillas S.L. fue la empresa elegida, y un dron de Amazon se lo llevó hasta su casa. Con alegría y entusiasmo, la caja Fernando El Alopécico abrió, y el peluquín en su sesera colocó.
Fernando El Alopécico busco a todos sus amigos y familiares, y su nuevo aspecto les mostró. El único gato de Alpedrete de la Sierra no pudo evitar seguir sin control a Fernando El Alopécico, pues hacia años que no veía algo tan parecido a él como lo que Fernando El Alopécico en la cabeza portaba. Eso no era un peluquín, eso parecía más un gato pardo con ganas de atacar, como si la cabeza de Fernando El Alopécico quisiera pelearse con todos y cada uno de los habitantes de Alpedrete de la Sierra.
Fernando El Alopécico a lo alto de una montaña decidió marcharse, para olvidar lo que la genética se había encabezonado en darle para hacerle sufrir.
Mucho tiempo pasó. La montaña se aburrió de aguantar los sollozos de Fernando El Alopécico, hasta que este decidió comprarse una pulidora, que usó para darle brillo a esa cabeza despoblada que la genética le empotró. Decidió bajar al pueblo y buscarse un trabajo, y nada mejor encontró que servir de espejo para los clientes de Manolo Manostijeras, para lo que éste le pagaba con cerezas y coñac.
Cuenta la leyenda de Alpedrete de la Sierra, que aún en estos días, cuando el Sol brilla con rabia, una luz se ve brillar desde lo alto de la montaña. Se dice que es Fernando El Alopécico y su cabeza sin igual, pero nadie se ha atrevido nunca a subir a comprobar, pues la leyenda finaliza que en ese mitológico lugar, Fernando El Alopécico se encarga de cuidar de Alpedrete de la Sierra, y de que cada uno de sus habitantes hagan quebrar a cada peluquería o barbería que se abriera en el lugar, pues Fernando El Alopécico no dencansará hasta que todos sus paisanos no se tengan que peinar.
Pensarás que esto es mentira, la razón no te voy a quitar, pero mañana cuando te levantes, los pelos de tu almohada contarás. Si uno es la cantidad, no te deberás de preocupar. Pero si más de dos tuvieras, Fernando El Alopécico desde el espejo sonreirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario