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martes, 13 de agosto de 2013

El comienzo de la odisea


Aunque la noche anterior, evidentemente estaba nervioso, si que pude dormir con soltura y me despertó mi padre a eso de las 7 de la mañana. Empezaba el día, y ya tenía el corazón que me salía por la boca. La noche anterior, hasta las tantas había estado despidiéndome de mi gente y todo eso ahora pasaba por mi cabeza como un huracán destrozándole a uno los esquemas.

Pero rápidamente eso se va, porque tienes que vestirte, salir de casa, e ir al aeropuerto. Tras una dura despedida con amigos y familiares, allí iba yo con mi maleta de mano repleta de cacharros informáticos que me habían hecho sacar en el control antes de buscar mi puerta de embarque. Allí me encontré con una muchacha llamada Elena que superaba por poco la treintena y que iba de visita a Londres y decidió acoplarse conmigo para no ir sola durante el viaje de avión y de bus desde Stansted a Londres. Genial, ahora ya tenía con quién evadirme. Pocos segundos después, se acopló con nosotros también una chica llamada Carolina, que en su caso, vivía en Londres y volvía de visitar a la familia y estar de vacaciones por su tierra natal.

Embarcamos al avión y despegamos en esa lata repleta de cubículos invade espacios burbuja y presurizada dirección a una de las ciudades más caras del mundo y más cosmopolita.

Durante el vuelo Carolina me orientaría sobre como coger el toro por los cuernos, la vida, los supermercados, las ofertas de trabajo y como buscarlo. La verdad, una guía cojonuda.

Tras llegar a Londres y recoger el equipaje, y darnos una hora de tedioso bus llegamos a la céntrica estación de Victoria.

Allí tenía que encontrarme con CrazyPortugués, sí, así lo voy a llamar, porque está como una chota. Tras la primera conversación con él, este tipo daba la impresión de cagarse un poco en mí y ser más una molestia para él a pesar de haberse prestado voluntario para recogerme.

Tras hablar con él varias veces y cagarse en mí por no estar en las puertas del McDonals correcto -En Victoria hay varios, al igual que Starbucks- me encuentro con mi colega que dice que no vamos a casa, sino que ha quedado con un amigo Portugués para tomarse unas cervezas. -Bueno, mientras luego me lleve a casa, que haga lo que quiera, voy con él-

Así que allí estuve una hora de reloj apreciando la arquitectura de la estación de Victoria desde el bar de enfrente de la estación mientras mis colegas se tomaban una cerveza y flipaban contándose cosas en un idioma del que entendía el 30% de las cosas. Una vez me cansé le dije a mi amigo portugués que en vez de acompañarme a casa, me explicara de manera sencilla como coger el tren y llegar a mi casa, que ya me iba solito.

Me explicó que debía de coger el tren a Orpington que va para en Sydenham Hill y luego al salir de la estación tenía que subir una cuesta enorme y luego girar a la derecha y ya estaba en casa. Sencillo verdad? Pues los cojones.

Tras ir a la estación de Victoria y buscar mi plataforma, y esperar durante 20 mins mi tren, veo que en la plataforma 3 sale mi tren. Bien, vamos para allá. Me subo y la siguiente parada es Brixton, pero llegamos a Denmark Hill. En ese momento, un Inglés cargado con la compra pregunta a otro con cara de pocas ganas de vivir.

- ¡Eh! Por qué estamos en Denmark Hill?
+ Han cambiado la ruta.
- Que han cambiado la ruta? Tío, me estás vacilando, no?
+ No, para nada.
- Pero si no he oído nada por megafonia.
+ A mí es que me lo ha dicho el operario del Anden.

Ala, a bajarse, cambiarse de plataforma y volver a Victoria, GENIAL. Tras 45 mins que me costó volver a Victoria, vuelvo al mismo sitio, para ver si de una vez por todas, puedo coger mi puto tren y llegar a mi casa.

Pero no, el día había decidido tocarme los cojones apretándome los huevos y todo para hacer daño.

Nada más llegar, todos los trenes de todas las plataformas empiezan a aparecer como Delayed o Cancelled. Durante 2 horas, no salió absolutamente ningún tren desde Victoria a ninguna dirección. Frustradisimo, tuve que optar por coger un taxi que no quería y gastarme 25 libras muy valiosas. Le dije que me llevara a la estación de Sydenham Hill, dado que llevarme a mi casa hubiera sido más costoso, y no estaba muy por la labor de gastarme más dinero del que hiciera falta.

Tras 20 mins de camino y de charreta con el conductor del taxi, llegué a mi destino. Pero nada más bajar se hizo patente una pregunta: ¿La parada de Sydenham Hill tiene dos salidas o sólo una? Habrá que investigar. Tras bajar a la parada efectivamente habían dos salidas. ¿Con cuál me quedo? Ambos andenes no indican cuál es el de ida, y cuál el de vuelta, y no había visto ningún tren. Pues nada, paseito arriba por uno de los andenes. Tras preguntar varias veces, resultó ser que ese no era el anden correcto, era en el que me habían dejado. Así que nada, maletas y camino hacía el otro lado. Una vez llego otra vez donde me había dejado el Taxi ¿Ahora por donde voy? Veo un hombre tomando la fresca en el coche -Supongo que estaría esperando a algún pariente que viniera con el tren-. Le pregunto y no tenía ni puta idea. Subo para arriba y veo otro chaval, le pregunto y me llevo una segunda negativa, pero también me pregunta si tenía un código postal. Saco cagando leches la dirección y se la enseño, la pone en Google Maps y efectivamente, estaba a unos 250m de mi destino, eso era bueno. Me comunica que tenía que subir la cuesta que tenía enfrente, una cuesta que a mi parecer era casi como escalar una montaña y nada más llegar arriba girar a la derecha y luego a la izquierda y habría llegado a mi destino.

No cantemos victoria aún, porque subir esa cuesta iba a ser lo más parecido a morir. Bien allí voy, con 20 kilos de maleta en una mano y otros 10 en la otra. A mitad de cuesta cada vez se hacía más inclinada, era el infierno. Un joven británico que veía que sufría se decidió a ayudarme.

+ Déjame que te ayude.
- No, no te preocupes. Yo puedo.
+ Enserio, déjame que te ayude.
- Bueno, vale.

Y el tío, en acto totalmente desinteresado intenta cogerme la grande. ¡Pues los cojones! Una cosa es ayudar y otra ser tonto. Anda va, dame a mí la grande y sube la pequeña y no me toques los cojones que aún te pagaré por ayudarme. No es que no me fiara de él, era simplemente que no quería que una puta cuesta me ganara.Enserio, aquella cuesta fue mortal.

Recuerdo que cuando llegué arriba lloré a ver que ya había llegado a mi destino y abracé al muchacho que inmediatamente sintió vergüenza agena. Tras llegar a la puerta me deslicé por aquel inmenso jardín que daba a la mansión. Era impresionante.

Tras entrar en la casa lo primero que pude cerciorarme es que a pesar de ser una mansión, no tenía apenas mobiliario, aunque el principio de la casa estaba restaurado, según iba viendo la casa, me daba más cuenta que la parte de atrás y la parte de las habitaciones estaba bastante descuidada y nada reformada.

Otra cosa que vi era que no parecía haber ni tato en la casa, que estaba más sólo que la una. Tras dar un par de berridos por partes de la casa al fin parecí oir movimiento y notar vida en aquella casa.

Apareció en la parte superior de la escalera que estaba justo a la entrada Damian, un muchacho medio Portugués y medio Ruso criado en Argentina que muy amablemente se presentó y me enseño mi habitación y donde estaba el baño y la cocina.

Por fin pude entrar en mi habitación y sentarme e ir a la cocina y beber algo de agua.

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